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Mingus regresa a México

Repro­du­ci­mos, a con­ti­nua­ción, las pági­nas ini­cia­les del libro Min­gus & Min­gus, de Sue Graham, publi­ca­do por la Cifra Edi­to­rial y tra­du­ci­do por Eli­sa Coro­na Agui­lar, a quie­nes agra­de­ce­mos la auto­ri­za­ción para publi­car este adelanto.

Cuer­na­va­ca. Mapa de la ciu­dad. Plan urbano, 1935

Ter­mi­né la tra­duc­ción de Tonight at Noon, de Sue Graham Min­gus, en el aero­puer­to Inter­na­cio­nal de la Ciu­dad de Méxi­co, camino a la ciu­dad de Nue­va York. Mi vue­lo esta­ba retra­sa­do y esto me dio la opor­tu­ni­dad de tra­ba­jar, apro­ve­chan­do este espa­cio para la mayo­ría incó­mo­do pero para mí ideal por razo­nes diver­sas. La pri­me­ra: los luga­res de tran­si­ción siem­pre me han pare­ci­do ins­pi­ra­do­res, son espa­cios don­de mi pro­ce­so crea­ti­vo flu­ye más lige­ro, tal vez pre­ci­sa­men­te por­que el arte se tra­ta de ir más allá de los espa­cios coti­dia­nos, de cru­zar lími­tes, de tras­cen­der fron­te­ras. Y sí, insis­ta­mos: tra­du­cir requie­re de un pro­ce­so crea­ti­vo; como la poe­sía, intu­yo, tie­ne que ver con la res­pi­ra­ción y el alien­to; es el arte de los trai­do­res, se ha dicho dema­sia­do, pero en esa trai­ción se rein­ven­ta el pen­sa­mien­to y el len­gua­je, se des­en­tie­rra la his­to­ria y sus per­so­na­jes, se alcan­za a lec­to­res que per­ma­ne­cían en las márgenes.

Segun­da razón: el aero­puer­to de la Ciu­dad de Méxi­co es uno más de los luga­res que Char­les Min­gus tran­si­tó en vida y muer­te. En 1977 via­ja­ba lis­to para tocar en la Sala Nezahual­có­yotl de la UNAM, tiem­po des­pués vino en silla de rue­das, ya enfer­mo, y sólo unos meses des­pués salió de ahí en for­ma de ceni­zas y hue­sos, en una urna envuel­ta en un colo­ri­do sara­pe, en su via­je hacia el otro mun­do. Me doy cuen­ta de que, duran­te el pro­ce­so de tra­duc­ción, he segui­do los pasos de Char­les y Sue Min­gus, a veces inclu­so sin dar­me cuen­ta: habi­to todo el tiem­po por su mis­mo barrio de tan­tos años, el East Villa­ge de Manhat­tan; he desa­yu­na­do en Las Maña­ni­tas, en Cuer­na­va­ca; he pasa­do fren­te al edi­fi­cio Río de Janei­ro, don­de se dice, fue a visi­tar a la curan­de­ra Pachi­ta; he toca­do a la puer­ta don­de Char­les murió: el vie­jo por­tón de made­ra asti­lla­da, sos­pe­cho, toda­vía es el mis­mo que lo vio entrar.

Sobre todo, he pasa­do los últi­mos años en un via­je de idas y vuel­tas entre la Ciu­dad de Méxi­co, Cuer­na­va­ca y Nue­va York; he ido a incon­ta­bles Min­gus Mon­days en el Jazz Stan­dard, don­de cada lunes toca la Min­gus Big Band. Ahí des­cu­brí la auto­bio­gra­fía de Sue y me pro­pu­se tra­du­cir­la; por una coin­ci­den­cia muy al esti­lo Min­gus, gra­cias a la direc­to­ra de tea­tro Karin Cun­rod, visi­té a Sue en su depar­ta­men­to en Upper Manhat­tan el terri­ble día en que se decla­ró a Donald Trump gana­dor de la pre­si­den­cia de los Esta­dos Uni­dos. Ese día Sue nos habló de cómo le gus­ta­ba jugar con algu­nos de los músi­cos de la Min­gus Big Band a cam­biar la letra de «Fables of Fau­bus», a actua­li­zar­la: «Tell me someo­ne who’s ridicu­lous, Sue!», y ella gri­ta­ba, «Donald Trump!», «Why is he so ridicu­lous?», «Wants to build up a wall!».

Reen­con­trar­se con Min­gus tras­cien­de tam­bién las fron­te­ras tem­po­ra­les, nos hace ima­gi­nar lo que un anti­ra­cis­ta como él habría dicho sobre la situa­ción actual de Esta­dos Uni­dos y lo vigen­tes que son toda­vía sus pala­bras y su obra.

Vol­vien­do al tema de la tra­duc­ción y sus encru­ci­ja­das múl­ti­ples, ¿con cuán­ta fide­li­dad o trai­ción pue­de uno tra­du­cir? Creo que es impor­tan­te admi­tir que en la tra­duc­ción se jue­ga uno su pro­pia his­to­ria: lo que se sabe y lo que se igno­ra. Como toda escri­tu­ra, para mí es un jue­go de sin­ce­ri­dad, un impul­so hacia lo des­co­no­ci­do, un atre­vi­mien­to a sen­tir­me y saber­me expues­ta. Tam­bién es un jue­go de ima­gi­nar lec­to­res: en este caso, mis lec­to­res reales e ima­gi­na­rios son los músi­cos de Cuer­na­va­ca, Méxi­co y el mun­do con quie­nes cono­cí a Min­gus y su músi­ca, con quie­nes espe­ro com­par­tir esta tra­duc­ción y muchas reflexiones.

Tra­du­cir tam­bién es un jue­go de dejar miga­jas de pan para indi­car el camino a otros, aun­que a veces las miga­jas se las lle­ven los cuer­vos. El humor, por ejem­plo, tra­du­ce mal y no enve­je­ce bien, depen­de muchas veces del soni­do y de refe­ren­cias loca­les y tem­po­ra­les que se afe­rran al idio­ma ori­gi­nal. Los aman­tes del jazz, sos­pe­cho, los fans de Min­gus, que­rrían algu­nas de estas fra­ses, al igual que las refe­ren­cias a par­ti­tu­ras y com­po­si­cio­nes, en inglés para así no equi­vo­car el camino. En algu­nas notas he inclui­do obser­va­cio­nes que tie­nen más que ver con mi inves­ti­ga­ción per­so­nal, siguien­do los pasos de Min­gus, que con las usua­les notas que se espe­ran de una tra­duc­ción, más espe­cí­fi­cas del len­gua­je. Para dejar estas mar­cas del via­je de Sue y Char­les tam­bién he deja­do las direc­cio­nes que se men­cio­nan de Nue­va York en inglés, y cuan­do se habla de Méxi­co he inclu­so corre­gi­do algu­nos erro­res evi­den­tes don­de Sue, sin saber espa­ñol, equi­vo­có algu­na letra oscu­re­cien­do el sen­ti­do. En gene­ral, las notas son míni­mas para no inte­rrum­pir la flui­dez de la narra­ción, el mayor logro de Sue Min­gus en esta auto­bio­gra­fía, al cual espe­ro hacer honor en mi pro­pio rit­mo, mi pro­pio beat.

Una deci­sión impor­tan­te fue dejar siem­pre ahí, en el idio­ma ori­gi­nal, tal cual es, la pala­bra nig­ger: la más ofen­si­va del inglés esta­dou­ni­den­se, con una car­ga his­tó­ri­ca intra­du­ci­ble. La his­to­ria racial de Min­gus tie­ne mucho que ver con esta pala­bra, con el des­cu­bri­mien­to en su juven­tud de que su padre lla­ma­ba a los mexi­ca­nos nig­gers, mien­tras que ellos lo lla­ma­ban a él de la mis­ma for­ma. El títu­lo ori­gi­nal de su auto­bio­gra­fía lle­va­ba esta pala­bra para refe­rir­se a sí mis­mo, pero por supues­to fue cen­su­ra­da en la edi­ción final. Pero es tam­bién la pala­bra que Dizzy Gilles­pie y otros músi­cos negros usa­ban para refe­rir­se a Min­gus: enton­ces se vuel­ve una pala­bra de cama­ra­de­ría, de inclu­sión, de afec­to. Min­gus, el eterno foras­te­ro en el bina­rio mun­do racial de Esta­dos Uni­dos, apre­cia­ba pro­fun­da­men­te esta decla­ra­ción de igual­dad entre músi­cos: «you are as black as me», pare­ce decir Dizzy al lla­mar­lo de esa forma.

Este pro­yec­to de traer Tonight at Noon al idio­ma espa­ñol tie­ne que ver para mí con com­ple­tar un círcu­lo, un via­je: el regre­so a Méxi­co de la his­to­ria de Sue y Char­les. Cada cier­to tiem­po, alre­de­dor de su ani­ver­sa­rio luc­tuo­so, en enero, o su cum­plea­ños, en abril, algu­na nota en un perió­di­co o revis­ta en Méxi­co habla de la muer­te de Char­les, intu­yen­do razo­nes y seña­lan­do luga­res, equi­vo­can­do datos y cam­bian­do la his­to­ria; aquí, Sue nos la cuen­ta toda, al menos su pro­pia ver­sión. Esta tra­duc­ción tam­bién es una for­ma tal vez hábil o trai­cio­ne­ra de inser­tar­me en su his­to­ria, pues como músi­co me intere­sa esa dis­cu­sión de la que habla­ban Bird, Char­les y Sue: la músi­ca y su espi­ri­tua­li­dad, la magia y supers­ti­ción que invo­lu­cra. Así, ésta es mi mane­ra de con­ti­nuar la dis­cu­sión den­tro y fue­ra de las pági­nas, arri­ba y aba­jo del escenario.

6 de agos­to 2019

East Villa­ge, Nue­va York