Idea original y grabación: Sofía Hinojosa Meza
Mezcla, diseño y masterización: Jorge Solís Arenazas
Me pregunté si era posible olvidar los días de la semana, jugar con ellos, cambiar su orden, alterar su significado. Cuando repites una palabra muchas veces deja de tener sentido y es sólo sonido, sin embargo, pasados unos segundos, la palabra vuelve a cargarse de significado y cuchillo es cuchillo y raíz es raíz.
Era un lunes y fui al aviario. Había dos loros. Dije la palabra “lunes” muchas veces en voz alta para que alguno de los pájaros escuchara y con suerte repitiera la palabra. No pasó. Me fui al trabajo. El martes regresé al aviario. Volví a decir “lunes” varias veces y después “martes”. Escuché “martes” del pico de uno de los loros. Me emocioné y el loro y yo repetimos la palabra algunas veces.
Pasaron las semanas: de lunes a viernes antes del trabajo iba una hora y media al aviario. “lunes” “martes” y “sábado” fueron los más sonados, seguido de “miércoles y “viernes”. “Domingo” a penas se escuchó una vez. Fue algo parecido a “…mingo”. Logré grabarlo.
Durante un poco más de un mes el loro acompañó mi jornada laboral. En donde ambos repetíamos los días de la semana (como si hubiera días fuera de la semana, me preguntaba). El orden de la vida cotidiana: el tiempo de trabajo, de descanso, de ocio, de transporte, de comidas, etcétera, sistematizado y estructurado a partir de la repetición que parece infinita de cada día, en donde no hay sorpresa: después del domingo viene el lunes.
Sin embargo los loros no hablan, los loros repiten, los loros imitan. Los días de la semana no tienen sentido para un loro. Hay algo de esperanza en eso, creo.