Plataforma dedicada al sonido y las experiencias de escucha.

From the reels of this record that I’ve found

I’ll lose some sales and my boss won’t be happy
But I can’t stop lis­te­ning to the sound
Of two soft voi­ces blen­ded in perfection
From the reels of this record that I’ve found.

—Kings of Con­ve­nien­ce, «Home­sick».

1989

En la tina había un par de con­chas mari­nas que mi papá me ponía en la ore­ja para acer­car­me la pla­ya de Puer­to Vallarta.

1994

Recuer­do el día en que lle­gó la pri­me­ra computadora.

Des­de el prin­ci­pio me impre­sio­nó esa cosa gigan­tes­ca (¡un sus­ti­tu­to per­fec­to para mi 2‑xl!) que se alza­ba en medio del estu­dio, un espa­cio en don­de antes no había nin­gún apa­ra­to eléc­tri­co. Como no me deja­ban pren­der­la, me sen­ta­ba a teclear tex­tos ima­gi­na­rios para escu­char el soni­do de las teclas chk-tchk-chk-tchk con el silen­cio de la casa de fondo.

chk-tchk-chk-tchk
chk-tchk-chk-tchk
chk-tchk-chk-tchk

2004

Cuan­do pien­so en ASMR (en mi com­pren­sión vaga, muy vaga del tér­mino), vie­ne a mi cabe­za el dis­co Riot on an Empty Street, de Kings of Con­ve­nien­ce: la voz de Erlend Øye y Eirik Glam­bek Bøe fue un hogar —la músi­ca pue­de ser un hogar— que se levan­ta­ba triun­fal entre los pasi­llos de la uni­ver­si­dad. Des­pués vinie­ron otras voces que me hicie­ron sen­tir así: Jor­ge Drex­ler, Leo­nard Cohen, Norah Jones, Bright Eyes, Suf­jan Ste­vens, Julia Holter.

2015

El ASMR, en su defi­ni­ción más sim­ple, es un fenó­meno carac­te­ri­za­do por un ran­go de res­pues­tas fisio­ló­gi­cas a una gama muy amplia de estí­mu­los audi­ti­vos y visua­les. Esto lo supe hace un par de años, cuan­do una ami­ga me con­tó que le gus­ta­ba ver videos de gen­te susu­rran­do cosas que daban cos­qui­lli­tas en la cabeza.

Lo dijo así:

unos videos
gen­te susu­rran­do cosas
cos­qui­lli­tas en la cabeza

Lo bus­qué de inme­dia­to y me sor­pren­dió notar que su des­crip­ción tan extra­ña era pun­tual: una mujer rubia (¿María?) susu­rra­ba mien­tras le daba gol­pe­ci­tos a un pei­ne de made­ra con sus uñas, lue­go toma­ba una espe­cie de pin­cel gran­de y se acer­ca­ba a la cáma­ra a maqui­llar al que esta­ba otro lado de la pantalla.

La mujer era tan dul­ce que me hizo sen­tir en los días de Riot on an Empty Street.

2017 (1)

¿Hay músi­ca ASMR?
—Según yo, no existe. 

¿No exis­te la músi­ca ASMR?
¿No exis­te el ASMR?

Las pre­gun­tas sin res­pues­ta son mi favoritas.

2017 (2)

Me pasé una sema­na vien­do videos uno tras otro uno tras otro uno tras otro y he lle­ga­do a la siguien­te con­clu­sión: el ASMR pone la piel chi­ni­ta, pero por den­tro. Como si el cere­bro se me hubie­ra con­ver­ti­do en un ave desplumada.

James Cava­nah Murphy, orna­men­to en la torre de Coma­res (Alham­bra) para el libro The ara­bian anti­qui­ties of Spain (1813) de Tho­mas Hart­well Horne