En El cuaderno de Bento, John Berger recuerda que, en 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, asistió a la National Gallery de Londres para escuchar un recital de piano a cargo de Myra Hess. Al llegar al lugar le impresionó que los muros estuvieran desnudos, pues todas las pinturas habían sido resguardadas ante la amenaza de bombardeos aéreos.
Berger se detiene en el peso de ese vacío, que no sólo transforma la naturaleza del espacio, sino que relativiza su experiencia de escucha. Y finaliza escribiendo: «Es extraño, pero en tiempo de guerra la música es una de las pocas cosas que parecen indestructibles».